La digitalización de la palabra oral es un fenómeno
reciente cuyo impacto sólo podrá ser medido con las transformaciones que
esta nueva cibercultura conllevará: curiosamente, la escritura digital
usa como instrumento el cuerpo, pero es el cuerpo adosado a un aparato, a
una terminal de las ideas y de los pensamientos. Curiosamente, aunque
mediado por el cuerpo, por sus dedos, el adolescente construye su
identidad en la pantalla.
Mientras que antes de Internet se consagraba un tiempo para cada
actividad, incluso la de estar con su grupo de pares, las interacciones
virtuales hoy acompañan, como una segunda piel, cada actividad.
Viviendo conectados, podemos a la vez viajar en un transporte
público, cenar con la familia etc.
Desde la dimensión simbólica, el ciberlenguaje produce un
empobrecimiento de la lengua que se advierte no sólo en el uso de un
vocabulario cada vez más restringido –se usan menos palabras– sino que,
además, se recurre a los apócopes (cuando se suprime algún sonido al
final de un vocablo) o se saltean las vocales, con el solo fin del
ahorro de tiempo y esfuerzo.
Vivimos un tiempo cada vez más vertiginoso, y la escritura se acelera
a su paso. Un ejemplo de ese vértigo son los tuits que, en 140
caracteres, condensan historias en microrrelatos que antes se expresaban
en novelas de varios tomos.
Uno podría preguntarse si el espacio virtual es un instrumento de
exclusión o de inclusión entre pares. Según parece, se sigue el mismo
patrón de comunicación, el espacio virtual es una extensión del espacio
real (el adolescente que es objeto de burla en el colegio será acosado
en las redes sociales).
Paradójicamente, quien no participa de alguna comunidad virtual teme
quedar afuera de los códigos de su grupo de pares al no sentirse
reconocido por el grupo de pertenencia. La cibercultura
no es un fenómeno marginal en la personalidad en construcción de un
adolescente. Lejos de serlo, transforma la relación con los otros en una
relación entre iguales.
En contrapartida, y pese a la banalización del discurso, el valor de
la palabra se redimensiona en cuanto el mensaje escrito es un registro
probatorio del discurso. Los sobreentendidos o la ambigüedad del
discurso expresan el
hecho de que podemos vivir hiperconectados sin
estar comunicados.
tomando de: http://www.lavoz.com.ar/ciudadanos/hiperconectados-no-significa-comunicados